Solo el 14% de los perros registrados en Asturias están vacunados contra la rabia
Los veterinarios dicen que la inmunización es la mejor forma de evitar contagios a humanos, como los sufridos en Toledo a través de una mascota infectada en Marruecos.
«Hemos tenido mucha suerte, pero daos cuenta de la que puede armar un perro, del lío que podíamos haber tenido con ‘Marquesa’». Vicente Almansa, director general de Sanidad de la Producción Agraria del Ministerio de Agricultura, lo dijo recientemente ante 150 veterinarios reunidos en Castilla-La Mancha. Con ‘Marquesa’ se refería a la perra, mezcla de galgo y labrador, que el 1 de junio de 2013 atacó a cuatros niños, al padre de uno de ellos y a un perro en un parque de Toledo. Tenía la rabia, como se supo días después. Se había contagiado de la enfermedad en Marruecos, donde es endémica. La propietaria y su pareja habían viajado al país del norte de África medio año antes, en diciembre de 2012, y la habían vacunado, pero no siguieron todo el protocolo establecido. Treinta días después de inyectarle, tendrían que haberle sometido a una muestra serológica (que detecta si la vacuna ha sido eficaz) y ésta, a su vez, debería haberse hecho tres meses antes de hacer las maletas.
Pero no lo hicieron. Emprendieron viaje solo doce días después, un tiempo insuficiente para generar inmunidad. A su vuelta a España en abril de 2012 -a donde entraron de manera ilegal-, la perra se trasladó con la pareja a Monzón (Huesca), a varios municipios de Cataluña y a la provincia de Toledo, lugar donde se puso agresiva, se escapó y terminó atacando a cuatro niños, un adulto y un perro. A uno de los pequeños le mordió en la cara. «Por ‘suerte’», recuerda Almansa, porque, dada la aparatosidad y gravedad del suceso, fue trasladado al hospital, a la UCI, donde el médico de guardia «se sabía el protocolo» y le inyectó inmunoglobulina. «Pero, imaginaos que le hubiese mordido en un dedo y la herida fuera pequeña. Muchos se lo hubieran llevado a casa, le hubieran puesto Betadine y ahora ese niño estaría muerto».
Ésta es la versión resumida de un caso mucho más complejo que movilizó «a muchísimos veterinarios y guardias civiles» por todo el país, ya que ‘Marquesa’ -que, finalmente, fue abatida- había estado en contacto con otros animales. Hubo que encontrar a 62 perros en todas esas zonas, «vamos -apunta Almansa-, como buscar una aguja en un pajar», y el coste -además de declarar el nivel de alerta 1 durante seis meses en el radio donde había estado ‘Marquesa’- supuso «algunos millones de euros. Y hemos tenido muchísima suerte: no se ha muerto nadie, se han encontrado a los perros, se han puesto en cuarentena y se ha controlado bien».
EL PROTOCOLO
Vacunarlo. En cualquier clínica veterinaria, donde la calidad de la vacuna está asegurada.
Prueba serológica. Si se viaja a países de riesgo de infección, hay que realizarla un mes después de la inmunización para detectar si la vacuna ha sido eficaz y el animal, por tanto, tiene suficientes defensas. Hay que esperar tres meses para que la prueba sea válida.
¿Y si lo retienen en la frontera al volver? En caso de no cumplir la normativa de la Unión Europea, se dan tres posibilidades: la reexpedición (volver al país de donde se procede), la cuarentena del animal (puede llegar hasta los tres meses) y el caso más extremo, el sacrificio.
Ante el primer indicio. Entregar el animal a un veterinario oficial. Lo examinará y decidirá si lo devuelve al dueño, lo deja en observación al menos 14 días o lo eutanasia. De sacrificarlo, la autoridad competente enviará las muestras al laboratorio correspondiente, al regional o al de referencia estatal.
Erradicada en 1978
La rabia fue erradicada en España en 1978, pero la movilidad geográfica y la localización de España provoca que se haya vuelto un riesgo multilateral y que en las fronteras se hayan extremado los controles. Por eso, el Colegio de Veterinarios de Asturias, que preside Armando Solís, y la Asociación de Empresarios Veterinarios del Principado (Aemvet), recién constituida, alertan de la necesidad de que todos los perros reciban la vacuna anual (no solo los potencialmente peligrosos, como marca la ley, porque cualquier mordedura, sea de un pitbull o de un chihuahua, puede transmitir la enfermedad) y de aunar criterios entre las distintas comunidades. Cada región tiene sus propias competencias en sanidad animal y en Asturias la inmunización no es obligatoria, al igual que ocurre en Cataluña, País Vasco y Galicia.
El 7 de junio de 2013, siendo ministro de Agricultura Miguel Arias Cañete, el propio Solís ya le trasladó la necesidad de que la vacunación antirrábica sea obligatoria en el Principado. Un paso -recuerda el presidente del Colegio de Veterinarios- que ya se había dado reiteradamente con las autoridades sanitarias del Gobierno regional desde que en 2002 se suprimió la obligatoriedad de vacunar contra la rabia. Y es que mientras que los responsables sanitarios en general consideran que «el colchón inmunológico es elevado», las cifras en Asturias demuestran que no es así. De hecho, la directiva de Aemvet -constituida en marzo y que agrupa a casi el 40% de las clínicas veterinarias de la región- se lo ha hecho saber a la Consejería de Agroganadería.
Una enfermedad mortal
Según su presidente, Jorge Pablo Pascual, en el Registro de Identificación de Animales del Principado (RIAPA), figuran 147.000 perros con chip, pero, en cambio, la venta de vacunas de rabia en la comunidad no llega a las 21.000. Así lo revela la consulta hecha, una a una, a las propias comercializadoras. Es decir, que solo el 14,2% de los perros registrados en Asturias está vacunado contra la rabia. El número puede ser mayor teniendo en cuenta que hay más animales que no están censados. Tanto el colegio profesional como Aemvet insisten en la importancia de inmunizar a los animales, puesto que, aseguran, es la mejor forma de prevenir a los humanos. En cuanto se produce un mordisco, se inyectan inmunoglobulinas, pero si no se sigue el protocolo, la muerte se da por segura.
Eso fue lo que le ocurrió a una mujer marroquí que en mayo murió en Madrid. Se infectó en su país. La herida fue leve, pero el periodo de incubación es largo (puede oscilar de uno a dos meses, pero en algunos casos ha llegado a ser de siete años). De ahí que, ante un mordisco, los sanitarios jueguen un papel importante a la hora de dar parte y, ante la mínima sospecha, inicien la terapia antirrábica.
La enfermedad se transmite a través de la saliva del animal enfermo por mordedura, contacto con mucosas o heridas. Los síntomas se dividen en tres fases. En la primera, además de escozor alrededor de la mordedura, pueden aparecer náuseas, dolores de cabeza, fiebre y fotofobia. En la segunda, hay disfunciones en el aparato nervioso, que pueden manifestarse de dos formas: o en agresividad e hiperactividad o en parálisis. El último periodo es el coma y la muerte por parada cardiorrespiratoria.
«En la zona peninsular de España no hay rabia ni animales salvajes que la puedan transmitir. Por tanto, no hay indicada una vacunación preventiva», explican expertos en la materia. Solo está recomendada para profesionales que puedan estar en contacto con animales potencialmente contagiosos y para las personas que van a viajar a países con riesgo de contraer la enfermedad. Se les administra en los Centros de Vacunación Internacional, en tres dosis y 21 días antes del viaje. No obstante, las mismas fuentes advierten de que, en caso de que les muerda un animal infectado, hay que seguir tomando medidas y administrar dos dosis de vacuna de recuerdo, sin necesidad de inmunoglobulina.
¿Y si cualquiera hubiese sido el adulto o uno de los cuatro niños atacados y no estuviésemos vacunados?
«Entonces, hay que seguir el tratamiento profiláctico post-exposición: limpiar muy bien la herida yponer 4 ó 5 dosis de inmunoglobulina».
Además de la transmisión a través de animales carnívoros terrestres, subrayan que, en España y en todos los países, está indicada la vacunación antirrábica también tras la mordedura de murciélagos.
Fuente: El Comercio